¡En mi viejo San
Juan, cuántos sueños forjé
en mis años de infancia...!
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lindo es mi Puerto Rico y qué restaurador es visitar su ciudad capital. Muy
buena inspiración la de Noel Estrada al escribir una canción sobre los encantos
de mi viejo San Juan y hacerle un homenaje a los que están lejos de la Isla.
Siempre
que mi familia y yo tenemos la oportunidad de salir a pasear, vamos al Viejo
San Juan. Habiendo otros sitios igualmente interesantes que visitar en Puerto
Rico, terminamos en San Juan. Debe ser porque es un lugar lleno de historia:
cada rincón, cada esquina, cada plaza, en fin, la capital completa tiene su
encanto particular y su magia. Es el punto de diversión de los niños en Navidad
y Reyes, el de los 'inefables’ enamorados en San Valentín y el de los mayores
con sus sabrosas tertulias y bailes los sábados y domingos.
En
una ocasión íbamos caminando por el área de recreación que queda cerca de los
muelles. En ese sitio hay tantas cosas para ver y tantos aperitivos para comer:
piraguas, algodones de azúcar, rosetas de maíz, manzanas cubiertas de una rica
y dulce capa de almíbar, "hot dogs", la rica piña colada, churros; de
todo para que cualquier persona pueda complacer sus antojos y saciar su hambre.
Volviendo al tema, nos detuvimos a ver el inigualable talento del famoso
artesano que hace maravillas con un soplete y una varilla de vidrio. De momento
nos topamos con un grupo de alegres damas que estaban de gira y venían hacia
nosotros cantando y bailando al son de la música de "Rumba" (una
lancha de dos niveles que siempre está en el área esperando
a los turistas para darles una vuelta por toda la costa Sanjuanera).
Las damas se detuvieron en el área a esperar a otras muchachas. Así mismo,
todas eran muchachas entre las edades de 55 a 80 años. De pronto surgió una
polémica entre Tomasa y Finita, dos integrantes del grupo. Me pareció que algo
interesante iba a ocurrir, así que presté atención al asunto y esto fue lo que
ocurrió:
-Oye
Finita, ¿Dónde está Regalada?
-Cuando
estábamos en Cataño, la vi al lado mío, pero luego no la vi en la lancha.
-Pero…
¿por qué no dijiste nada?
-Pues,
qué sabía yo que Regalada se había quedado. ¡Pa’ adivino Dios y pa’ sabio
Salomón! A mí que no me echen la culpa. Tú sabes cómo es ella de zalamera y
‘enamorá’.
Cuando
Finita hablaba de que Regalada se había quedado se refería a que, luego de
haber dado el viaje en lancha de San Juan a Cataño, ella no se montó en la lancha
de regreso a San Juan junto con el grupo. Mientras se regaba la voz sobre la
ausencia de Regalada, se aproximó el guía turístico (más bien era el encargado
de las chicas) y todas le gritaron eufóricas:
-¡Regalada
se quedó!
-¿Qué
ustedes dicen… que Regalada se quedó?- Y todas a coro repitieron con la misma
euforia:
-¡Sí,
Regalada se quedó!
-Pues...
no se muevan de aquí que yo voy a buscarla. ¿Escucharon? No se
muevan de aquí.
Desesperado
por no saber el paradero de Regalada y reconociendo que todas estaban bajo su
responsabilidad, se fue al puerto de las lanchas con la esperanza de
encontrarla. Dos de las muchachas (Melita y Paula), por estar echándoles el ojo
a los corpulentos turistas que se paseaban por el lugar, no se percataron de la
situación y al ver las caras de preocupación de las demás-excepto la de Finita-
pensaron que algo ocurría y preguntaron qué había pasado. El coro volvió a
cantar a capela: "Regalada se quedó". Entonces, ni tontas ni
perezosas, también salieron, como alma que lleva al diablo. "Oye, para
dónde van ustedes. Julián dijo que nos quedáramos aquí TODAS", vociferó
Tomasa. Ellas contestaron: "Vamos al rescate de Regalada". Hilda, que
no había pronunciado palabra ante aquella tragicomedia, dijo: "Ahora se
fastidió la cosa, qué bonito sería que Regalada apareciera y esas dos se
perdieran... bonito show".
Mientras
Julián, Melita y Paula iban al rescate de Regalada, mi familia y yo estábamos
atentos a cada detalle y cada movimiento de las divas, que compartían entre
ellas y disfrutaban, aunque refunfuñaban porque Regalada les había atrasado la
gira. En un momento dado mi hija mayor quiso irse, pero yo le dije: "No
mi’ja, nos quedamos aquí hasta que Regalada aparezca porque yo quiero
conocerla".
Estaba
admirada con la energía que irradiaban todas las chicas y de su alegría
contagiosa que era una de sus características principales. La vestimenta que
lucían me encantó: unas vestían blusas de colores llamativos, pantalones
"baguie" y zapatos de taco mediano, las más atrevidas llevaban mahones
y botas o tacos de 4 pulgadas, algunas lucían sombreros y otras gorras o flores
en el cabello, pero todas se veían felices de estar vivas y con ánimo de seguir
‘gufeándose’ la vida. Allí no importaba la edad para nada, las niñas se veían
contentas y felices, libres de preocupaciones y tristezas viejas. Estaban
disfrutando cada detalle de la ciudad capital como si estuvieran solas en aquel
hermoso lugar, viviendo en su propio mundo. En ese momento parecían niñas. Así
yo las vi, como niñas... y quise ser como ellas.
Por
fin llegaron Melita y Paula y dieron la agradable noticia: "Regalada
apareció. Gracias a Dios está con Julián. Él dijo que debemos irnos al área de
las lanchas", indicó Melita. El coro volvió a activarse, esta vez gritando
un "Yesssss" eufórico. "Peso a morisqueta que Regalada regresó
con un marchante", insistió Finita. "Esta vez conquistó un ‘peje’
gordo... el Capitán de la lancha. Y allí se quedó cantando: Me voy, ya me voy,
pero un día volveré, a buscar mi querer, a soñar otra vez en mi Viejo San
Juan", vociferó Paula con acento sarcástico, aunque jocoso, captando la
atención de los allí presentes y haciéndoles desternillarse de la risa.
De
la misma forma en que las muchachas llegaron, dándole vida al esqueleto y
cantando, así mismo se fueron, algunas moviendo su despampanante trasero como
"Tembandumba de la Quimbamba[1]". Sentí tristeza al
no poder ver a la protagonista de esta historia. También sentí deseos de
escaparme a la aventura con esas chicas de la locura. Hasta me quedé con las
ganas de decirle a Regalada: "Estarás en mi libro"; pero mi corazón
se quedó frente al mar, en mi Viejo San Juan… y volví a la misma rutina de
siempre.
Espero
que suceda uno de esos milagros que ocurren a cada rato y que Regalada pueda
leer la historia que le escribí y le dedico, tanto a ella como a todas las
personas mayores que, pese a las circunstancias, continúan siendo ejemplo de
vida y esperanza. ¡Adiós, adiós, adiós, mi diosa del mar...
Carmen e Idalia Castro Correa
[1] Tembandumba de la
Quimbamba es una imagen de sensualidad
que describe a la mujer antillana, expresa da por Luis Palés Matos en su poema Majestad
Negra.
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