domingo, 5 de marzo de 2017



¡En mi viejo San Juan, cuántos sueños forjé

 en mis años de infancia...!

Q

ué lindo es mi Puerto Rico y qué restaurador es visitar su ciudad capital. Muy buena inspiración la de Noel Estrada al escribir una canción sobre los encantos de mi viejo San Juan y hacerle un homenaje a los que están lejos de la Isla.

Siempre que mi familia y yo tenemos la oportunidad de salir a pasear, vamos al Viejo San Juan. Habiendo otros sitios igualmente interesantes que visitar en Puerto Rico, terminamos en San Juan. Debe ser porque es un lugar lleno de historia: cada rincón, cada esquina, cada plaza, en fin, la capital completa tiene su encanto particular y su magia. Es el punto de diversión de los niños en Navidad y Reyes, el de los 'inefables’ enamorados en San Valentín y el de los mayores con sus sabrosas tertulias y bailes los sábados y domingos.

En una ocasión íbamos caminando por el área de recreación que queda cerca de los muelles. En ese sitio hay tantas cosas para ver y tantos aperitivos para comer: piraguas, algodones de azúcar, rosetas de maíz, manzanas cubiertas de una rica y dulce capa de almíbar, "hot dogs", la rica piña colada, churros; de todo para que cualquier persona pueda complacer sus antojos y saciar su hambre. Volviendo al tema, nos detuvimos a ver el inigualable talento del famoso artesano que hace maravillas con un soplete y una varilla de vidrio. De momento nos topamos con un grupo de alegres damas que estaban de gira y venían hacia nosotros cantando y bailando al son de la música de "Rumba" (una lancha de dos niveles que siempre está en el área esperando a los turistas para darles una vuelta por toda la costa Sanjuanera). Las damas se detuvieron en el área a esperar a otras muchachas. Así mismo, todas eran muchachas entre las edades de 55 a 80 años. De pronto surgió una polémica entre Tomasa y Finita, dos integrantes del grupo. Me pareció que algo interesante iba a ocurrir, así que presté atención al asunto y esto fue lo que ocurrió:

-Oye Finita, ¿Dónde está Regalada?

-Cuando estábamos en Cataño, la vi al lado mío, pero luego no la vi en la lancha.

-Pero… ¿por qué no dijiste nada?

-Pues, qué sabía yo que Regalada se había quedado. ¡Pa’ adivino Dios y pa’ sabio Salomón! A mí que no me echen la culpa. Tú sabes cómo es ella de zalamera y ‘enamorá’.

Cuando Finita hablaba de que Regalada se había quedado se refería a que, luego de haber dado el viaje en lancha de San Juan a Cataño, ella no se montó en la lancha de regreso a San Juan junto con el grupo. Mientras se regaba la voz sobre la ausencia de Regalada, se aproximó el guía turístico (más bien era el encargado de las chicas) y todas le gritaron eufóricas:

-¡Regalada se quedó!

-¿Qué ustedes dicen… que Regalada se quedó?- Y todas a coro repitieron con la misma euforia:

-¡Sí, Regalada se quedó!

-Pues... no se muevan de aquí que yo voy a buscarla.  ¿Escucharon?  No se muevan de aquí.

Desesperado por no saber el paradero de Regalada y reconociendo que todas estaban bajo su responsabilidad, se fue al puerto de las lanchas con la esperanza de encontrarla. Dos de las muchachas (Melita y Paula), por estar echándoles el ojo a los corpulentos turistas que se paseaban por el lugar, no se percataron de la situación y al ver las caras de preocupación de las demás-excepto la de Finita- pensaron que algo ocurría y preguntaron qué había pasado. El coro volvió a cantar a capela: "Regalada se quedó". Entonces, ni tontas ni perezosas, también salieron, como alma que lleva al diablo. "Oye, para dónde van ustedes. Julián dijo que nos quedáramos aquí TODAS", vociferó Tomasa. Ellas contestaron: "Vamos al rescate de Regalada". Hilda, que no había pronunciado palabra ante aquella tragicomedia, dijo: "Ahora se fastidió la cosa, qué bonito sería que Regalada apareciera y esas dos se perdieran... bonito show".

Mientras Julián, Melita y Paula iban al rescate de Regalada, mi familia y yo estábamos atentos a cada detalle y cada movimiento de las divas, que compartían entre ellas y disfrutaban, aunque refunfuñaban porque Regalada les había atrasado la gira. En un momento dado mi hija mayor quiso irse, pero yo le dije: "No mi’ja, nos quedamos aquí hasta que Regalada aparezca porque yo quiero conocerla".

Estaba admirada con la energía que irradiaban todas las chicas y de su alegría contagiosa que era una de sus características principales. La vestimenta que lucían me encantó: unas vestían blusas de colores llamativos, pantalones "baguie" y zapatos de taco mediano, las más atrevidas llevaban mahones y botas o tacos de 4 pulgadas, algunas lucían sombreros y otras gorras o flores en el cabello, pero todas se veían felices de estar vivas y con ánimo de seguir ‘gufeándose’ la vida. Allí no importaba la edad para nada, las niñas se veían contentas y felices, libres de preocupaciones y tristezas viejas. Estaban disfrutando cada detalle de la ciudad capital como si estuvieran solas en aquel hermoso lugar, viviendo en su propio mundo. En ese momento parecían niñas. Así yo las vi, como niñas... y quise ser como ellas.

Por fin llegaron Melita y Paula y dieron la agradable noticia: "Regalada apareció. Gracias a Dios está con Julián. Él dijo que debemos irnos al área de las lanchas", indicó Melita. El coro volvió a activarse, esta vez gritando un "Yesssss" eufórico. "Peso a morisqueta que Regalada regresó con un marchante", insistió Finita. "Esta vez conquistó un ‘peje’ gordo... el Capitán de la lancha. Y allí se quedó cantando: Me voy, ya me voy, pero un día volveré, a buscar mi querer, a soñar otra vez en mi Viejo San Juan", vociferó Paula con acento sarcástico, aunque jocoso, captando la atención de los allí presentes y haciéndoles desternillarse de la risa.

De la misma forma en que las muchachas llegaron, dándole vida al esqueleto y cantando, así mismo se fueron, algunas moviendo su despampanante trasero como "Tembandumba de la Quimbamba[1]". Sentí tristeza al no poder ver a la protagonista de esta historia. También sentí deseos de escaparme a la aventura con esas chicas de la locura. Hasta me quedé con las ganas de decirle a Regalada: "Estarás en mi libro"; pero mi corazón se quedó frente al mar, en mi Viejo San Juan… y volví a la misma rutina de siempre.

Espero que suceda uno de esos milagros que ocurren a cada rato y que Regalada pueda leer la historia que le escribí y le dedico, tanto a ella como a todas las personas mayores que, pese a las circunstancias, continúan siendo ejemplo de vida y esperanza. ¡Adiós, adiós, adiós, mi diosa del mar...

                Carmen e Idalia Castro Correa

 

 

 



[1] Tembandumba de la Quimbamba es  una imagen de sensualidad que describe a la mujer antillana, expresa da por Luis Palés Matos en su poema Majestad Negra.

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