miércoles, 19 de abril de 2017

Farmacias legales y Farmacias ilegales-


-De la fructuifera pluma de nuestro poeta del pueblo Salvador Nazario Gómez les presento este escrito que  me dió mucho que pensar y analizar.  Realmente vale la alegría de leerlo. 

Nota: este escrito no se encuentra en su libro de poemas.
 
Estuve hablando con una maestra de uno de los pueblos cercanos; me relató como de un día para otro, después de
25 años de trabajo, se afectó emocionalmente. Retiró de su
cartera cinco potes de pastillas y me dijo, que todos los días
tiene que tomarse las cinco pastillas porque de lo contrario
se descontrola y no puede atender a sus estudiantes.
Recordé otro caso, una maestra para poder recibir el tercer
grupo tenía que tomar una pastilla, de lo contrario no podía atender al grupo. ¿Cuántos maestros estarán en la misma
condición? No solamente los maestros; los demás profesionales
o trabajadores que trabajan en las diferentes oficinas públicas
y en oficinas privadas. Hombres y mujeres consumiendo tranquilizantes; atendiendo al público bajo los efectos de las
sustancias químicas.
Muchas veces nos preocupamos por el alimento; y tenemos
temor al pensar qué sucedería si cierto día los barcos no pueden llegar a la isla con los alimentos que necesitamos.
De la misma manera, qué sucedería si las farmaceúticas dejan
de producir las toneladas de pastillas que diariamente necesitamos para controlar el descontrol emocional de nuestro
pueblo. Un pueblo formado por personas que legalmente compran sus antidepresivos en las farmacias sin violar la ley;
y otros comprándo sus antidepresivos en las farmacias clandestinas llamas ''puntos'' violando la ley.
¿Qué diferencia existe en visitar una farmacia legal para comprar la droga, o visitar una ilegal para comprar. quizás
la misma droga? Hagamos un experimento: Tomemos las
personas que compran sus drogas legalmente y encerrémos-
la en un cuarto sin darle sus medicinas; en otro cuarto coloque-
mos al que las compra ilegalmente y hagamos lo mismo. El re-
sultado será igual: Dos grupos de personas pidiendo a gritos
sus pastillas. Indiscutiblemente que nuestra isla sin sus tone-
ladas de pastillas para los nervios, legales e ilegales se con-
vertiría en un manicomio en las aguas del Caribe.
Y nadie me diga que venir a Cristo es la solución, yo creo que
en muchos casos funciona, pero por qué tenemos iglesias lle-
nas de cristianos tomando pastillas para poder funcionar;
cristianos tomando valium, xanac, hydroxysine, temazepam,
clonazepam, verlafaxine, xypresa, clonopin, litium, etc, etc.
Es verdad que Jesús es la solución a los problemas de la hu-
manidad, pero si no tenemos un verdadero encuentro con él,
y le reclamamos sus promesas de llevar nuestras enfermedades,
no importa la que sea, estaremos a merced de las grandes
farmaceúticas que cada día se enriquecen más y más.
El tema del descontrol emocional en nuestro pueblo es tan
complejo que una parte de nuestra genética ligada a EspaÑa
contiene genes árabes y genes judíos. El ejemplo lo vemos en
el apellido Quiñones y Quiñonez; la ''s'' al final o la ''z'' al final
establece si el apellido es de origen judío o árabe. Si llevamos
la genética por la parte judía, y a los judíos le ofrecieron la
alternativa de escoger entre un hombre santo, justo, bueno con
miles de hazañas milagrosas y un Barrabás, que hasta el nom-
bre asusta, asesino, ladrón y violador; y ellos escogieron a Ba-
rrabás; no hay la menor duda que esa decisión fue producto de
una locura colectiva.
Ahora comprendo porque las maldiciones que encontramos en
el libro de Deuteronomio 28:28 se cumple en el pueblo judío y
nos alcanza a nosotros los boricuas: ''Jehová te herirá con
locura, ceguera y turbación de espíritu.''
Y queriendo amortizar este tema, vuelvo a pensar en el almirante
Don Cristobal Colón, reclutando sus marineros en las cárceles
españolas y llenando sus tres naves de maleantes, maniáticos,
violadores, asesinos, pillos, truhanes, candidatos a la valium;
una tripulación que por poco lanza a Don Cristobal por la borda a los tiburones. Y pienso en las tres naves: La Santa María, la Niña y la Pinta llegando a las aguas del norte de nuestra isla;
y al almirante Don Cristobal, en la Santa María, ordenándole a un Nazario que subiera a lo más alto del mástil y oteara el horizonte; y allí lo escucho gritar: iTierra, tierra, tierra! Y en la Niña un Rodríguez: iTierra, tierra, tierra!; y en la Pinta, un Mojica: iTierra, tierra, tierra!
iAy bendito, lo que le esperaba a las tainas!
-Salvito-

lunes, 17 de abril de 2017

Enajenado



No existen palabras buenas ni malas, sólo existen símbolos que al ponerlos juntos crean una imagen mental. En este relato las palabras 'malas' son  expresiones desesperadas,  producto de una tremenda frustración  e impotencia ante la profunda inhabilidad de control físico, emocional y sobre todo mental.

E

ran las seis de la tarde y no había probado bocado en todo el día. Casi había perdido la conciencia con el último cantazo de droga. En su mente confundida y enferma volaban miles de corceles negros que dibujaban con sus patas delanteras en el aire: "más, más, más...".

Trató de abrir los ojos y era casi imposible; unas manos invisibles se los sujetaban con mucha fuerza. Esperó unos segundos y comenzó a medio abrirlos. A través de las largas pestañas podía ver los barrotes de una celda imaginaria que lo mantenía privado de su libertad. Miró sus pies sucios, repletos de llagas infectadas y se dijo: "Estoy ‘jodío’, maldita sea la cabrona droga. ¿Cuándo carajo voy a salir de esto?". Recordó su niñez, cuando podía disfrutar de un hogar y de los cálidos brazos de una madre sobreprotectora que finalmente terminó yéndose para el cielo. Entonces se juró: "Esto se acabó. No me voy a meter más esa porquería. ¡Ay, Diosito Santo, ayúdame!".

Con mucho trabajo logró incorporarse y decidió regresar a casa para pedirle perdón a su padre. A su regreso lo esperaba un padre ansioso, con los brazos abiertos, habiéndole perdonado todas sus parejerías y malacrianzas pasadas: "¡Ay mi’jo, mira cómo estás! Vete y báñate para que comas algo calientito". Después de su aseo, de afeitarse y ponerse ropa limpia, volvía otra vez a notarse las finas facciones de un joven guapo que distaba mucho del tipo que pedía dinero en las calles para drogarse.

Esa noche cenó bajo el amparo del hogar unas sopitas calientes con arroz blanco: "Mira mi’jo, quédate a dormir aquí esta noche", le dijo el padre anhelante y lleno de esperanzas. Su habitación siempre había estado disponible. La única razón para estar fuera del hogar, sufriendo tantas calamidades, era su maldita adicción a las drogas. En más de una ocasión lo habían internado en centros de rehabilitación. Incluso una vez, cuando comenzaba a desviarse hacia el infierno de las drogas, su padre se le arrodilló en la calle rogándole de favor que no siguiera hundiéndose en ese trágico mundo, pero todo fue en vano. La droga era la dueña absoluta de su vida. Formaba parte de un inmenso grupo de jóvenes que habían caído presos de su afán inicial de experimentar otras sensaciones fuera de este mundo. Él, inmaduro, a raíz de la muerte de su madre se sumergió por completo y sin control en esa pesadilla anunciada.

Conversó un rato con su padre y luego se retiró a la habitación. Por primera vez en mucho tiempo, disfrutaba de una cama limpia y mullida. Se fijó en el abanico del techo. Daba vueltas tan rápido que a su vista las aspas se desaparecían y sólo quedaba la redonda base que las sujetaba. Esto le provocó náuseas y tuvo que salir corriendo para el baño a vomitar: "Maldita sea, ya me estoy enfermando. Pero... no me vas a ganar". Se regresó a la cama preso de un molestoso sudor frío. Toda la noche la pasó sintiendo cómo cada célula de su cuerpo le pedía a gritos la cura. Estaba viviendo un infierno insoportable. En su delirio veía cómo una jeringuilla gigante blanca se insertaba justo al centro del corazón y esparcía por todo su cuerpo una sensación de bienestar que expulsaba sus calambres en forma de sapos rojos, verdes y azules. Esta visión duraba segundos y luego sentía la realidad de sus músculos anudados por el calambre. Vómitos, diarreas, sudores fríos; la muerte sobre su espalda liderando el millar de corceles negros.

En la mañana ya se le habían agotado todas las fuerzas y como pudo se fue a la calle a buscar la manera de solucionar su problema. Temblando llegó hasta el 'punto' y le dijo al vendedor: "Mira chico, estoy enfermo, fíamela por hoy. Te prometo que en la tarde te traigo los chavos". "Nosotros aquí no fiamos, así que circula antes que te demos pa’bajo". Cabizbajo, temblando y con los brazos cruzados, se alejó.

Una terrible sensación de rabia e impotencia se le anudaba en la garganta conteniendo un llanto viejo porque ‘los hombres no lloran’ y aún guardaba para sí una pizca de dignidad. En su mente comenzó a idear una y otra vez las diferentes maneras de obtener el dinero para costearse la cura. Con un vaso de cartón se le acercaba a las personas para pedir dinero. Algunos le tiraban par de centavos, otros le recriminaban diciéndole que se fuera a trabajar. Durante dos horas sólo había recogido un dólar y cincuenta centavos. Desesperado decía: "Esto está cabrón".  Siguió deambulando por las calles buscando la manera de hacer lo que fuera para conseguir  la cura... y la consiguió.

Al recibir el cantazo sintió que su espíritu se desprendió del cuerpo elevándolo a un estado supremo de placer momentáneo. Allí, en aquel lugar solitario, alejado del bullicio del pueblo y drogado, se sentía como un rey en su 'palacio de cartón'. De repente sintió unas manos poderosas que lo levantaron del suelo sacudiéndolo con fuerza; manos que salieron de la nada. Eran tres individuos que lo restrellaron contra el suelo y comenzaron a golpearlo. Después de muchos golpes, exhausto y casi sin fuerzas, él les gritaba: "Mira, bendito, no me golpeen más"; pero ellos continuaban agrediéndolo, propinándole puños y patadas. Uno de ellos trató de detener al más abusador diciéndole: "Ya está bueno chico, el 'cabrúfalo' este ya se está muriendo". "No, no... a este 'hijuela' hay que rematarlo", contestó. Agarró un pedazo de madera 4" X 4" y lo levantó al aire con una furia infernal. Otro de los hombres se le abalanzó encima para tratar de evitar el golpe: "Quítate coño, porque te jodo a ti también".

Desde el suelo, el adicto vio cómo ese monstruo lleno de maldad y furia levantaba el arma mortal que le arrebataría la vida. Hubiera deseado que el proceso fuera rápido, pero una inmensidad de tiempo se interponía entre el golpe y él. Un proceso a cámara lenta lo regresaba a su hogar. Vio a su padre, a sus hermanos y hermanas llorando por su partida. Se arrepintió de todos sus pecados, pidió perdón a Dios y volando fuera del cuerpo fue a refugiarse en los brazos de su madre y junto a su hermano menor, años antes fallecidos. El tremendo golpe fue asestado con precisión. Su cráneo fue destrozado, la quijada le fue desprendida y el rostro quedó totalmente desfigurado. Finalmente lo dejaron tirado en la acera dándolo por muerto.

Hay saña dentro de algunos seres humanos y la violencia no es exclusiva de los ignorantes o delincuentes habituales. Esos tres despiadados se hicieron dueños de la ley que una vez juraron defender y conociéndola perfectamente la violaron con premeditación y alevosía, a plena conciencia de lo que estaban haciendo y con toda maña.

En la mañana fue encontrado por una persona que conducía por el lugar. Este buen samaritano dio parte a las autoridades e inmediatamente se personaron al lugar policías e investigadores. La escena que encontraron fue totalmente impresionante: una persona inconsciente con la cabeza y el rostro destrozados sobre un baño de sangre.  La noticia del día era: "Mataron al ambulante de la luz".  Para sorpresa de muchos y desgracia de otros, aún presentaba signos vitales... ¡aún estaba vivo!  Rápidamente fue puesto en una ambulancia donde lo acompañaba un policía que, contrario a los agresores, respeta el juramento de protección a los ciudadanos.  Él le sostenía la mano y le decía frases de aliento: "Aguanta flaquito, aguanta. Ya verás que todo va a salir bien".  El apoyo de este buen Agente fue realmente un alivio para el joven herido. Inmediatamente fue llevado al hospital donde le salvaron la vida.

Después de muchas cirugías y varios meses de hospitalización, regresó a su casa, aún sin poder hablar por el daño provocado a su quijada. La identidad de los bandoleros que lo habían golpeado había estado a salvo por varios meses, pero ellos, delincuentes al fin, deseaban terminar con su trabajo. Una vez él mejoró y pudo hablar, lo citaron para que fuera al cuartel de la policía a hacer el reporte. Su padre lo acompañó porque ya ambos habían quedado de acuerdo con denunciar a los agresores. Esto era como entrar a la boca del lobo. Al llegar el momento de la entrevista no le permitieron a su padre estar presente. Se lo llevaron a él a una habitación donde sólo los que estaban allí saben lo que ocurrió. Amenazas desconocidas para los demás dejaron impune ese abuso, ese terrible atropello, aunque esos abusadores están sujetos...  ¡a la Justicia Divina!

Al salir de la habitación su padre le preguntó: "¿Los denunciaste?". “No, no pude". "Pero... ¿por qué no?". Él bajó la cabeza sin responderle y con un terrible sentido de impotencia apretándole el alma aseveró para sus adentros: ¡Ah, coño, carajo... si los denuncio, tú te me mueres!


              En honor a un ser muy especial que nos deja con una gran lección
Estas fueron las últimas palabras que me dijo.
  Escucha bien sus palabras:
  "Ay Tití, estoy ‘juqueao’, no puedo dejar esta porquería. 
Nadie debería ni siquiera probar esto,
 es un infierno lo que se vive con esta mierda”.
 
 
10 DE ENERO DE 1971 - 28 DE JULIO DE 2011 
 
¡YA DESCANSA EN PAZ!