S
|
e
encontró de frente al edificio de las leyes. Muchas veces había estado allí y
siempre la experiencia le resultaba agradable. Ver y en alguna manera u otra,
interactuar con las personas que allí se encontraban le confirmaban el deseo de
ser parte de ellos. Los jueces y los abogados que prestaban sus servicios en
esta corte poco a poco iban identificándola, aunque nadie sabía de cierto a qué
bufete pertenecía ni cual era su especialidad. Sólo sabían que ella andaba por
los pasillos de aquí para allá con su cabello peinado al estilo san Antonio,
vestida de negro de arriba abajo, sonando con firmeza sus finos tacones y
portando un maletín negro.
Orgullosa
levantó la cabeza, respiró profundo, abrió la puerta y se internó en el
edificio. Subía y bajaba las escaleras, andaba por los pasillos y nunca faltaba
quien le preguntara: "Licenciada, ¿dónde queda la oficina de Don Rafa, el
Juez?" a lo cual ella contestaba indicándole el lugar. Luego proseguía su
caminar constante, su subir y bajar escaleras, su recorrido de pasillos. A la
hora del almuerzo se reunía en la cafetería con sus colegas y hasta de vez en
cuando se arriesgada a tirar una que otra broma.
Un
día, al salir en la tarde, caminando hacia la parada del autobús sintió el peso
del maletín, la molestia de los altos tacones y sorprendida miró su cuerpo
vestido de negro y se preguntó asombrada: "¡Ay Dios mío! ¿y qué hago yo
con todo esto?". Un destello de luz brilló en su entendimiento, entonces
recordó que meses antes había muerto su esposo y que durante este tiempo ella
había vivido como en una especie de sueño, tal vez materializando sus deseos de
verse como una profesional; codeándose con aquellos que tuvieron la dicha de
estudiar y confundiéndose entre los que tenían el porte y la elegancia que
representaban la opulencia y el progreso constante.
Sumergida
en el juego de su mente, dio rienda suelta a sus anhelos, aunque realmente
fuera una madre viuda con cinco hijos, pobre, salida del campo y sin estudios.
Para sus colegas de la corte nunca hubo duda de que fuera la ‘Licenciada’, la
elegante y misteriosa mujer que vestía de negro. La que representaba con toda
veracidad y orgullo a la fémina profesional de esa época, inspirando en todos:
jueces, abogados y compueblanos comunes, autoridad y respeto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario