viernes, 31 de marzo de 2017

Cuatro, Guitarra y Güiro


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¡Suena guitarra de ensueño, suena y llévame en las alas de tus notas, a mi campo del recuerdo. Tus notas huelen a terruño... mi querido terruño!

E

sas frases me hacen recordar a mi padre sembrando en la tala. Yo podía pasar horas bajo el terrero de sol solamente admirando aquella esbelta figura que con afán arañaba la tierra para después recoger de ella los frutos preciados que alimentaban nuestro cuerpo. Siempre agradecíamos a Dios por el fruto bendito que la madre naturaleza nos regalaba. ¡Claro que sabíamos lo que era el hambre! No siempre había para comer, por eso el agradecimiento era más significativo.

¿Cómo podemos catalogar aquella era donde no había ningún adelanto y lo más cerca de la tecnología pudo haber sido un radio de transistores? Era una época de genios donde se tenía que inventar todo. Si querías tener un juguete tenías que hacerlo. Las niñas, desde muy jóvenes, tenían por fuerza que aprender a llevar todas las labores de un hogar. Nos enseñaban a cocinar, barrer, mapear, lavar la ropa, almidonarla y plancharla. Se nos enseñó que la casa debía de barrerse tres veces al día, en la mañana, el mediodía y a las cuatro de la tarde. Para mantener la cocina recogida era el mismo procedimiento. Tres veces había que cocinar, tres veces había que fregar los trastes. Cuando terminabas de fregar era casi hora de comenzar a cocinar de nuevo. A los niños se les enseñaba a madrugar para trabajar en el campo u ordeñar las vacas, darle comida a los cerdos , mover los becerros de lugar y muchas tareas más. No había televisión, teléfono, computadora, "Nintendo" y mucho menos "Wii". Todavía no sé cómo catalogar esa época; lo que sí sé es que dentro de esta vida moderna con todos sus beneficios y adelantos, cuando escucho mi cuatro típico Puertorriqueño junto al güiro y la guitarra, regreso a mi esencia; aquella que perdura en mí como un tesoro de valor incalculable, aquella que me lleva a mis comienzos, la que me conecta con la madre tierra. Sí... tierra boricua adherida desde mi nacimiento a mi piel mulata y por dentro un espíritu adornado con la flor del flamboyán.

Entre todo el afán diario y a pesar de las vicisitudes aún existía ese respeto hacia los demás y ese sabor delicioso que nos hacía disfrutar cada cosa en el camino. Se sentía rico enfrascarse en un proyecto de costura y finalmente poder lucir la pieza hecha. Se sentía rico limpiar la plancha sobre hollejos de guineo para luego deslizarla sobre la pieza de ropa almidonada. El olor que despedía se enredaba en tu nariz y te hacía soñar con el futuro próspero que te esperaba. Era rico limpiar los zapatos negros con anilina y los blancos con "Griffin". Era rico hacer los preparativos para visitar la iglesia el domingo. Más rico aún era correr descalza a campo abierto jugando al esconder o al marro. ¿Cómo puedo catalogar esta época donde, sin darnos cuenta, disfrutábamos la vida teniendo siempre especial atención a los pequeños detalles? Una flor tejida para añadirla a un vestido se traducía en un detalle hermoso que traía alegría.

La llegada de la navidad era espectacular. Se disfrutaba al máximo la extensa preparación de las mejores comidas y postres característicos de esa época: arroz con gandures recién ‘esgranaos’ hecho al fogón, lechón ‘asao’ a la barita, pasteles con las viandas cosechadas en la tala de la casa, morcillitas picantes y sin pique, verdura ‘sancochá’, arroz con dulce, tembleque, majarete y dulce de lechosa. Y para completar, los hombres se mandaban el pitorro o ron cañita hecho en el alambique que ellos mismos preparaban. El ponche para las damas para a los niños: galletas florecitas, avellanas, nueces, dulces arrugaditos de pote y para completar coctel de frutas. Ese era el esperado momento de vestir tus mejores galas. La música se paseaba por el campo invitando a parientes, conocidos y aún desconocidos a unirse a las fiestas. Cuatro, güiro, guitarra y trovadores, todos unidos en celebración de la vida:

La virgen sagrada  se celebra en mayo,

flores le llevamos toditas las damas.

De la siciliana hice un macetero.

Lo hice con esmero, gracioso y de origen;

lo llevo a la virgen en el día primero.

Casi me siento güiro, casi me siento cuatro, casi me siento guitarra; porque así somos los Puertorriqueños, embajadores del arte y la alegría, esparcidos como el polen a través de todo el mundo.

A Mario Castro Correa y a todos
 
* los músicos de mi tierra*

martes, 28 de marzo de 2017

AMISTAD SIN LÍMITES





E

s la hora del almuerzo y Leticia se afana por terminar de poner la mesa. "Tengo que apresurarme", le decía a su niña mientras vertía las papas majadas en un plato. "Ya pronto llegan tu papa, tu tío... ah, y abuelito René". En realidad abuelito René no era de la familia. Era sólo un vecino que no tenía familia y al adoptarlo siempre lo llamaban de ese modo. A él sólo le faltaba mudarse con la familia, pues gozaba de su plena y total confianza.  Era muy bonito ver cómo toda la familia compartía junto a él.

Abuelito René era muy divertido y todos sentían una gran admiración por sus historias y sus amenos chistes. Era poco menos que un ser perfecto, aunque a Leticia a veces le parecía que había algo en él que denotaba tristeza e intranquilidad. Ella pensaba que tal vez extrañaba a su familia y por eso a veces lo notaba distraído y taciturno. Ella era como su hija, tanto así que se encargaba de lavarle la ropa, le preparaba comida y él compartía las tareas de la granja con Felipe, el esposo de Leticia.

La niña de la pareja siempre andaba detrás del abuelo. Para él, ella era la luz de sus ojos. Abuelo René era el dueño de Toti, un perrito travieso y juguetón, fiel compañero de la niña. Se pasaban todo el día jugando, se restregaban en la tierra y corrían a campo abierto. Toti mordía a la niña suavemente y la niña a su vez reciprocaba sus mimos. Era una amistad hermosa donde el complemento era el dulce abuelo, siempre amable y de buen humor. "Recuerda que tú eres mi princesita", le decía el abuelo mirándola a los ojos y la niña, en su purísima inocencia, se derretía de amor.

A veces la niña se sentaba en la falda del abuelo con un libro en la mano para que él le leyera un cuento. Más de una vez el abuelo tuvo que llevarla a su cama porque se había dormido en sus brazos. Para los padres de la niña todo era muy normal porque ella no tenía a sus abuelos, así que abuelito René vino a ocupar ese lugar que estaba vacío. La madre estaba feliz pero, a veces un presentimiento extraño le fulminaba el pensamiento y el alma. Ella se decía: "No, todo está bien. No te preocupes, todo está bien". Ella confiaba totalmente en abuelo René y por nada del mundo haría un comentario que dañara la felicidad y armonía de la familia. "Abuelo René, mañana tenemos que ver qué pasó con la verja del lado norte. Parece que las reses se están escapando por algún lado", le dijo Felipe. "No te apures mi'jo, yo mañana salgo tempranito para investigar", contestó el abuelo. Luego se fue a dormir junto a Toti. Esa noche el abuelo se sintió más extraño que nunca. Desde hacía tiempo se iba a dormir sintiendo el recuerdo de la suavidad de la piel de la niña. Un demonio lo torturaba, un horrible demonio de lujuria. Deseaba con toda su alma serle fiel a esa familia que lo había adoptado con tanto amor, pero el deseo carnal lo derrotaba. Ya le había hecho unos avances indebidos a la niña. Inclusive, la había tocado como quien no quiere la cosa. "Qué haces abuelo, le preguntó una vez la niña". "Eso no es nada, mi'ja. Todas las personas que se quieren se tocan así de vez en cuando pero, no se lo digas a papá y mamá porque si les dices me voy a tener que ir y... tú no quieres que abuelito se vaya, ¿verdad?". "No, no quiero que te vayas, pero tampoco me gusta que me toques así". "Está bien pero, no se lo digas a nadie; este será nuestro secreto".

Durante esa noche, el abuelo soñó que la niña había crecido y que él era un hombre aún joven, con la suficiente fuerza y vitalidad como para hacerla suya. Después de todo, él merecía una mujer como ella, máxime que él la había ayudado a criar. Su mente y su cuerpo le habían jugado una encerrona que había estado alimentando durante meses. Él sabía que era una buena persona y lo que sintiera no era tan importante, siempre y cuando no hiciera nada indebido. Tenía la situación bajo control y nunca nadie se enteraría de su secreta obsesión por la niña. Tocarla realmente no era tan malo; después de todo esas son cosas que ella debe aprender y... "por qué no enseñárselas yo", pensaba. Además, no era su culpa. El diablo lo tentaba y qué podía hacer ante tan poderoso enemigo. Mil y una excusas atravesaron por su mente enferma. "Desde cuándo no siento el delicioso cuerpo de una mujer, esto es como para volverse loco. No puedo seguir con esta angustia adentro, tengo que hacer algo". Pensó en satisfacerse a sí mismo, pero dijo: "No, estos deseos son sólo para disfrutarlos con ella". El resto de la noche la pasó fantaseando y pensando lo mucho que desfrutaría si sólo la tocaba una vez más.

El día amaneció hermoso y como había acordado con Felipe, abuelito René se dispuso a salir a revisar la verja del lado norte. La niña se despertó y Leticia le dijo: "Nena, dale un beso a tu abuelito René". Ella se acercó y lo besó como acostumbraba, sólo que esta vez la madre notó una timidez repentina que no era muy usual en ella. Con todo y eso acalló su mente recriminándose a sí misma por los malos pensamientos. "Nena, ¿quieres ir conmigo a ver las reses?"  "Sabes qué abuelito, llévatela contigo porque Felipe y yo tenemos que ir de compras al pueblo. Ella siempre está jugando con Toti y creo que no te va a molestar mucho", le dijo Leticia.

Hombre, niña y perro se perdieron en el monte, mientras la madre y el padre se fueron al pueblo agradecidos por la ayuda que el hombre les prestaba. La niña corría con el perro delante del abuelo y él sentía cómo le verbeneaba la sangre en el cuerpo; sangre envenenada de deseo carnal insano: "Tal vez si la toco un poco no sea nada, así se me quita esta agonía y todo será igual que siempre". Trato de tranquilizarse, aunque sabía y sentía que su cuerpo había entrado inevitablemente en un reclamo de acción: "Mira para allá, tu papá tenía razón; la verja esta rota, hay que repararla", le dijo a la niña: "¿Qué dijiste abuelo?" "Que la verja está rota". "Ah...", dijo la niña mientras jugaba con el perro.

En un momento, huyéndole al perro, la niña se aferró a la pierna del abuelo. Entonces él la apretó contra su cuerpo y de ahí en adelante no la soltó más. Al principio la niña pensó que estaba jugando pero, al ver que comenzaba a lastimarla y a tocarla por todas partes, comenzó a gritar. Gritos y ladridos se esparcían por el monte, sin ser escuchados por nadie: "Abuelito, no... no me lastimes, ahhhh". "Sólo un poco, por favor", le decía el abuelo mientras la penetraba con tanta desesperación y tanta fuerza que la destrozo por dentro, hasta dejarla inconsciente. Toti ladraba y trataba de defenderla, pero todo era inútil. El hombre terminó su acto salvaje y entonces se dio cuenta del terrible delito que había cometido. "¡Qué he hecho, Dios mío, qué he hecho!", sollozaba horrorizado al ver a su hermosa princesa muerta a causa de su terrible obsesión.

El hombre cavó un hoyo en la tierra debajo de un árbol y enterró a la niña. Presurosamente se alejó del lugar, llevando en su alma un arrepentimiento infinito. Vio cómo todo en su vida se rompió en pedazos. Nunca jamás volvería a ser feliz. Pensó en el daño terrible que le había causado a Felipe y a Leticia. Pensó en lo maldito que fue al querer arrebatarles la alegría de vivir para siempre a esos padres amorosos y todo por un miserable minuto de placer. Toti comenzó a rasgar la tierra con sus uñas hasta que desenterró a la niña que permanecía inconsciente. Durante tres días estuvo la niña viva y Toti permanecía a su lado, cuidándola de los animales salvajes, tal vez con la esperanza de que despertara para poder acompañarla a casa.

Mientras tanto, la familia, vecinos y policía la buscaban infructuosamente; el abuelo, la niña y Toti seguían desaparecidos. Todo era angustia y desesperación. La policía había llevado dos perros entrenados. Entonces Toti llegó ladrando, se paró frente a los perros y comenzó a dirigirse a ellos de manera tal que todos los que estaban allí se dieron cuenta de que estaba comunicándose y los otros perros lo estaban entendiendo. La policía les soltó la correa a sus perros y Toti los dirigió hacia el lugar donde estaba la niña semi enterrada. Para cuando la encontraron ya había muerto, víctima de una amistad sin límites que enajenó a sus padres, no permitiéndose ni siquiera un mal pensamiento.  Su madre se sentía destruida y a la vez culpable porque, aun presintiendo que algo inusitado rodeaba el pensamiento del abuelo René, no se atrevió a explorar posibilidades y se quedó callada siendo víctima del respeto estúpido, aquel que practican los que por no hacer sentir mal a la otra persona se mantienen al margen, aun presintiendo que algo anda mal.   Esta familia no le creyó a su voz interior y desgraciadamente todos pagaron el precio de la manera más dolorosa. 

Mientras tanto, en un terreno baldío, suspendido de un árbol, se descomponía otro cuerpo que pagó con su vida un estúpido y mísero placer.

"Cuando la voz interior te hable,

escúchala y créele".

jueves, 9 de marzo de 2017


 

 Nota:  Casi nunca podemos entrar a la fuente o las ispiraciones de un escrito, pero he decidido escribir la historia de dónde salen mis musas para crear LA INMORTAL por que creo que es importante para entender el relato. Espero que se disfruten esta historia detrás del relato.

 

 

La historia detrás del relato


L

a inmortal es una mezcla de total realidad y algunas pizcas de ficción. Su personaje principal, Matty, nace bajo el amparo de la gran admiración por una extraordinaria mujer llamada Doña Juana Bautista Arestigueta Díaz y por su amiga y vecina Melitona. Ambas mujeres compartían una amistad y ocasionalmente se reunían a disfrutar de una tacita de café en el balcón de la casa de Doña Juana. Entradas en edad , tenían muchas experiencias de las cuales hablar y muchos recuerdos donde se columpiaban sus suspiros en pos de la perenne añoranza de esos viejos tiempos que siempre fueron mejores.

 Era Melitona ese tipo de persona que nunca jamás reconoce la edad como sinónimo de vejez. Siempre limpia, con sus mejillas pintadas de rojo y olorosa a perfume Maja. Siempre utilizaba un turbante en la cabeza que combinaba muy bien con su ajuar.  En los últimos meses de vida, Melitona se sentía totalmente acosada por fantasmas nocturnos. En más de una ocasión salió despavorida de su casa para ir a refugiarse en casa de doña Juana huyendo de esos espantos a los cuales ella llamaba disisibles. De ahí surge esta palabra que le da un nombre a la experiencia que yo, en carne propia, viví durante 20 años. Esto me permitió como escritora poder describir con total claridad mental cómo eran esos disisibles que Melitona decía ver.

Para que puedan comprender a qué me refiero, debo contarles un poco sobre esta experiencia: Me casé a los 17 años de edad y me fui a vivir con mi esposo a la casa de los padres de él. Para este tiempo ya los padres de mi esposo habían muerto, pero en la casa vivía Doña Juana, quien era la madrastra de mi esposo y la que se había encargado de terminar de criarlo. El primer suceso extraño que experimenté fue que todas las noches, sin excepción, a la hora de acostarnos a dormir, éramos despedidos con un extraño golpecito en la persiana. Era como cuando alguien hace sonar la uña sobre un metal. Noche tras noche comenzaba yo a ver, antes de quedarme dormida y cuando estaba a punto de despertar, estos espantos que describo en el relato. Después de un tiempo construimos nuestro nidito de amor en la planta alta de la casa y adivinen qué: ¡los disisibles se mudaron con nosotros!  En los primeros años me asustaba, pero con el correr del tiempo me acostumbré a ver estas cosas que suponía que todos, al igual que yo, veían. Durante veinte años estuve creyendo que esto era normal y dejé de prestarle importancia porque, a pesar de estar en mi vida y compartir mi habitación, nunca me hicieron daño físico. Después de veinte años viendo estos disisibles, decidimos mudarnos a Estados Unidos. Entonces fue que realmente pude entender lo grave que pudo haber sido para mi salud mental aquella singular situación porque nunca más, estando fuera de esta casa-que amo mucho por cierto-he vuelto a ver un disisible.

 

Para comprobar mi versión sobre los hechos, existe otro pequeño detalle. Una vez hubo un huracán en Puerto Rico y la casa de mi mamá resultó dañada. Le dije que mi casa estaba disponible y que podía usarla todo el tiempo que necesitara. Mi mamá se mudó, pero a los dos meses regresó a su casa, que aún no estaba totalmente reparada. Cuando le pregunté por qué se mudaba si su casa no estaba lista, ella me respondió: "Es que en tu casa hay espíritus y no me dejan dormir". Luego me contó una experiencia muy fuerte que vivió en la casa que la obligó a mudarse.

Volviendo al relato, debo decir que Doña Juana, al igual que Melitona, guardaba para sus adentros esa muchacha joven que constantemente proclamaba a viva voz que: "viejo es el viento y sopla, viejos son los cerros y reverdecen". Ella era una mujer fuerte de carácter, muy trabajadora e inteligente. De ella aprendí una gran realidad que por lo general pasa desapercibida: El alma del ser humano jamás envejece. El cuerpo cede ante el reclamo de la naturaleza, decae, se arruga, físicamente los órganos internos dejan de renovarse, pero la esencia, el alma y el espíritu permanecen con esa dulzura y esa esperanza de la juventud. La niña de 15 años de Matty se quedó aferrada a su espíritu y esa precisamente fue la parte que rescaté de Doña Juana: su juventud eterna, su deseo de vivir. Ella traía recuerdos de toda su vida y de su propia habitación saqué el baúl del 1914, repleto de secretos y recuerdos, los cuales yo conocía por haber sido en sus últimos años de vida su confidente. Estuve con ella al momento de su muerte.  Se fue en paz pronunciando un nombre al cual se había aferrado en sus últimos años: ¡Jehová! Lo pronunció muchas veces, cada vez menos audible, hasta que finalmente se perdió el sonido, silenciándose su voz. La esencia de esa gran mujer fluye a sus anchas y mágicamente en este relato de La Inmortal.

El espejo es el complemento más importante de esta obra.   Es el que causa mágicamente la reproducción de una imagen por la reflexión de la luz, llevando la imagen invertida virtual respecto de la real que refleja.  Dicha imagen, según Matty, se transforma y es la causante de su malestar, considerándola responsable de su distorsionada y falsa apariencia. Ya no se veía hermosa, ya no se conocía a sí misma, sentía que su espejo la estaba traicionando. Ella estaba segura de su eterna juventud, la sentía dentro de todo su ser y defendía su derecho de disfrutarla.  Por eso, al final, colocó un manto negro sobre su amigo de tantos años para que su imagen actual no quedara atrapada en él y sólo quedara el recuerdo de la Matty de siempre, la inmortal.

Cabe señalar que La Inmortal fue merecedora del premio de Primer lugar en el certamen literario de la Sociedad de Escritores Gurabeños.  Este cuento cobra vida al ser presentado como obra de teatro por el grupo Artistas de la Calle. Mi señora madre, Amelia Correa Cruz, le da vida a este personaje y es precisamente ella la imagen en la portada de este libro junto a la joven Yaritza M. Rosa Castro, la otra Matty.

 

 

martes, 7 de marzo de 2017

LA INMORTAL


LA INMORTAL

 
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L

 
 
 
 
A INMORTAL

 "¡Hm! Matty, me parece que este antiguo espejo está comenzando a descomponerse. Esa imagen que refleja hoy luce demasiado distorsionada como para ser la tuya. ¡Condenado espejo! Tenía que descomponerse hoy; precisamente hoy que cumplo noventa años. ¡Dios mío! ¿Cómo llegué a esto? Es como si toda la vida hubiera sido sólo un sueño.

Cuánto tiempo perdido dormida en los laureles de la ignorancia. Cuánto afán, cuánta lucha. Qué inmenso trayecto he recorrido tras un no sé qué carente de forma. Ese no sé qué inexistente que algunos llaman futuro. Es un inútil correr tras una mariposa traviesa que jamás se deja alcanzar. Y al final... ¿qué queda? Una mujer a quien este espejo descompuesto le muestra una imagen vieja y desgarbada. ¿Vieja?, viejo es el viento y sopla; viejos los cerros y reverdecen. Tengo la fortaleza de un roble en pleno florecer y me niego a morir...

Ya he muerto muchas veces. Dejé mi adolescencia tendida en el monte como una hoja seca, cortando leña y cargando agua desde el pozo hasta el rancho. ¿La juventud...?, esa quedó sepultada en la pieza de caña; primero de pinche[1] y después regando abono. Pero los sábados, ¡ay, los sábados!; ese día moría inevitablemente en los inmisericordes brazos de Agustín cuando llegaba borracho. ¿Cómo es posible que alguien le pueda llamar vida a esto que, más bien, siempre tuvo fachada de purgatorio?".

Se miró en el espejo detenidamente y continuó arguyendo su extraño monólogo que se transformaba en diálogo con la Matty distorsionada del espejo. La otra Matty, la de afuera, sentía aún la lozanía de la piel y en lo profundo de su alma danzaba con gráciles pasos una hermosa adolescente de quince años:

-La Matty que vive en mí no se parece en nada a ti-le dijo a la imagen reflejada en el espejo-Eres una caricatura mal hecha, una broma pesada de algún sufrimiento viejo-La otra, la que estaba atrapada tras la frialdad alucinante del vidrio, respondió con toda la sinceridad maleada de quien está siempre a la defensiva.

 -Es verdad. No me parezco en nada a ti, pero vives en mí. Soy tu refugio y tu cárcel, el premio a la longevidad. Soy tu futuro de ayer viviendo hoy. ¡Mírate Matty! Cada surco en tu piel es un camino andado, un caminar constante sin descanso ni tregua. ¿Hacia dónde?, hacia aquí. Vives en mí Matty... y tienes que aceptarme.

-¡Espejo mentiroso! ¿Por qué tratas de engañarme? ¿Por qué me muestras ese remedo de mujer tratando de disfrazar la realidad? Eres tú espejo, el que está viejo. Los años han desgastado tus verdades y te has convertido en un mentiroso.

Dando unos pasos atrás vio cómo su imagen se reflejaba casi completamente y olvidando su desacuerdo con el espejo, exclamó horrorizada: "¡Dios mío!, mira qué panza. ¿A dónde se fue ese cuerpo monumental que atraía miradas insinuantes? ¿Quién me lo habrá robado? Agustín... sí, me lo robó Agustín. Los partos y los abortos acabaron con todo aquello. ¡Sinvergüenza, bandolero! Y encima, también se muere. Más antes se pudo haber...".

Un quejido dormido despertó en su vientre, recorrió su pecho y reventó en agonía desde su boca hasta el infinito: "No se olvida nunca a quien se ha ido. El dolor y el amor permanecen unidos eternamente en silencio, agazapados, esperando la más mínima provocación para lastimarme. Es que... lo amé tanto", musitó.

Arrastrando su muy pesada existencia se dirigió a la sala, cargando en su alma joven una pena demasiado añeja como para ser de ella. Su sala era tan modesta y sencilla como toda su casa. Poseía sólo lo necesario para su vida cotidiana. Aún así estaba invadida de grandes y poderosos recuerdos que la mantenían viva: Un baúl del 1914 (ya casi desecho) que conservaba desde que tenía 16 años, vestidos de satín y encajes, protagonistas de sueños dulcificados nunca cumplidos, cartas de un antiguo enamorado que le ofrecía liberarla de las garras de Agustín, prendas: algunas de oro, otras de fantasía fina que viajaron con ella desde su más tierna juventud hasta el ocaso. Todo a su alrededor poblaba su mundo de figuras etéreas que desvanecían su soledad sólo con recordar.

Con cierta pesadez se sentó en la mecedora y sonrió al sorprenderse musitando un nombre: ¡Agustín! Luego enmudeció cuando otro pensamiento atrajo su atención: "Oh no, pronto llegará la noche". En ese momento quiso estar acompañada. Esas sombras que-alguna vez lejanas-fueron sinónimo de amor, ahora la horrorizaban. Sin perder tiempo fue a su habitación, se miró de reojo en el espejo y balbuceó: "¡Mentiroso!". Se acomodó en la cama con su libro de oraciones y la biblia. Las primeras sombras de la noche la sorprendieron orando. Al finalizar, colocó la biblia abierta en su mesita de noche para que la protegiera de ‘ellos’. Trató de conciliar el sueño, pero un sudor frío comenzó a mojar sus sábanas y un temblor inexplicable verbeneaba  en sus entrañas. Entonces se acurrucó en posición fetal y esperó a que llegaran. Lentamente fue sometida por el cansancio y se quedó dormida.

Repentinamente un fuerte zumbido rompió la paz de su sueño. Abrió los ojos y como todas las noches, allí estaban. Los latidos de su corazón se aceleraban al máximo. Su tembloroso cuerpo permanecía a la merced de sus temibles fantasías: "¡Oh, no!, aquí están otra vez. ¡Socorro...!, ¡auxilio...!; por favor, alguien que me ayude, los disisibles me quieren llevar". Veía cómo aquellas sombras atestaban la habitación agrandándose y encogiéndose. Eran monstruos que flotaban en el aire, alrededor de su cama, se deslizaban por el suelo y caminaban hacia ella amenazantes.  Aún el reflejo de la ventana que se dibujaba en la pared anunciaba la total invasión de disisibles en la parte exterior de la casa.

Cansada ya de su perenne agonía nocturna, se armó de valor y comenzó a gritar: "¡Fuera de mi casa malditos disisibles, malditos... malditos!". Entonces, en un esfuerzo sobrehumano, Matty traspasó la barrera física, liberándose de la tremenda pesadez que la mantenía en cama. Tan enojada estaba con sus espantos nocturnos que no se dio cuenta de cómo llegó al medio de la habitación. Tan sorprendida estaba que no sabía cómo era posible que estuviera danzando con los brazos extendidos, liviana y sin dolencias. Tan confundida estaba que no se percató de cuándo ni por dónde se fueron los disisibles. ¡Tan feliz estaba que todas sus pesadillas y dolores anteriores fueron perdonados por ella!

Se acercó al espejo y se vio en la cama dormida, todavía en posición fetal. Pero ella sabía que la imagen del espejo estaba equivocada. ¿Cómo podía reflejarla en la cama si ella estaba frente a él, de pie, moviéndose?  Agitó sus brazos frente al espejo tratando de verse, pero era inútil, pues su imagen no se reflejaba. Era ahora, en este momento, cuando más necesitaba mirarse en el espejo. Sus brazos, su piel, toda ella había sufrido una metamorfosis que veía con extraordinaria claridad. Sus piernas habían adquirido la fuerza de su temprana juventud y aunque no podía verse el rostro, sentía la tersura de una piel joven: "¿Qué te pasa espejo? ¿Por qué no me reflejas ahora?" Trató de agarrarlo con fuerza para sacudirlo, pero sus manos traspasaron la vieja madera. En ese momento se dio cuenta del gran valor de su siempre incondicional espejo. Ningún ser humano conocería su rostro, a no ser por el servicio eficiente de un buen espejo: "Y ahora, ¿cómo voy a mirar mi rostro si mi espejo está descompuesto? ¡Despierta espejo, despierta!". El espejo permaneció con la misma imagen de la Matty dormida, mientras que ella, rozagante y repleta de vida, le pedía que le regalara un reflejo más: "Espejo, espejo, espejo...", Pero él nunca contestó. Hubo un momento de silencio absoluto ante el descubrimiento que recién había hecho.   Instintivamente extendió su mano derecha alcanzando una pieza de tela de satín negro y con toda la solemnidad de su alma la extendió sobre su amigo para cubrir con ella su último reflejo, la imagen de la Matty inconforme que se había quedado atrapada tras el frío cristal, congelada en el tiempo.  

Entonces, reconoció lo que había sucedido. Sí, ya no había duda alguna, este era el fin. Siempre lo había sospechado, es más, a pesar de su dolor sabía perfectamente que algún día tendría que suceder. Su amigo fiel, su compañero de toda la vida, se había terminado de descomponer. ¡Su espejo había muerto! 

 

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Modelo: Yaritza Rosa Castro



 
 
  Dedicado a  mi señora madre Doña Amelia correa cruz ,
 Quien protagonizaba  este personaje en las puestas de teatro.
Y a mi querida
                    Doña Juana Bautista Arestigueta Díaz,
                        Quien inspiró en lo más profundo de mi alma 
                el personaje de  
         Matty, La inmortal.




 

 




[1] Pinche:  Palabra que se utiliza en los campos de Puerto Rico para referirse a la persona encargada de llevarles agua a los trabajadores, especialmente a los de la caña. Generalmente utilizaban para estos menesteres a muchachos muy jóvenes, ancianos o mujeres. 

lunes, 6 de marzo de 2017

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S

e encontró de frente al edificio de las leyes. Muchas veces había estado allí y siempre la experiencia le resultaba agradable. Ver y en alguna manera u otra, interactuar con las personas que allí se encontraban le confirmaban el deseo de ser parte de ellos. Los jueces y los abogados que prestaban sus servicios en esta corte poco a poco iban identificándola, aunque nadie sabía de cierto a qué bufete pertenecía ni cual era su especialidad. Sólo sabían que ella andaba por los pasillos de aquí para allá con su cabello peinado al estilo san Antonio, vestida de negro de arriba abajo, sonando con firmeza sus finos tacones y portando un maletín negro.

Orgullosa levantó la cabeza, respiró profundo, abrió la puerta y se internó en el edificio. Subía y bajaba las escaleras, andaba por los pasillos y nunca faltaba quien le preguntara: "Licenciada, ¿dónde queda la oficina de Don Rafa, el Juez?" a lo cual ella contestaba indicándole el lugar. Luego proseguía su caminar constante, su subir y bajar escaleras, su recorrido de pasillos. A la hora del almuerzo se reunía en la cafetería con sus colegas y hasta de vez en cuando se arriesgada a tirar una que otra broma.

Un día, al salir en la tarde, caminando hacia la parada del autobús sintió el peso del maletín, la molestia de los altos tacones y sorprendida miró su cuerpo vestido de negro y se preguntó asombrada: "¡Ay Dios mío! ¿y qué hago yo con todo esto?". Un destello de luz brilló en su entendimiento, entonces recordó que meses antes había muerto su esposo y que durante este tiempo ella había vivido como en una especie de sueño, tal vez materializando sus deseos de verse como una profesional; codeándose con aquellos que tuvieron la dicha de estudiar y confundiéndose entre los que tenían el porte y la elegancia que representaban la opulencia y el progreso constante.

Sumergida en el juego de su mente, dio rienda suelta a sus anhelos, aunque realmente fuera una madre viuda con cinco hijos, pobre, salida del campo y sin estudios. Para sus colegas de la corte nunca hubo duda de que fuera la ‘Licenciada’, la elegante y misteriosa mujer que vestía de negro. La que representaba con toda veracidad y orgullo a la fémina profesional de esa época, inspirando en todos: jueces, abogados y compueblanos comunes, autoridad y respeto.

 
Dedicado a todas esas personas que vuelan muy alto en alas de la imaginación

domingo, 5 de marzo de 2017



¡En mi viejo San Juan, cuántos sueños forjé

 en mis años de infancia...!

Q

ué lindo es mi Puerto Rico y qué restaurador es visitar su ciudad capital. Muy buena inspiración la de Noel Estrada al escribir una canción sobre los encantos de mi viejo San Juan y hacerle un homenaje a los que están lejos de la Isla.

Siempre que mi familia y yo tenemos la oportunidad de salir a pasear, vamos al Viejo San Juan. Habiendo otros sitios igualmente interesantes que visitar en Puerto Rico, terminamos en San Juan. Debe ser porque es un lugar lleno de historia: cada rincón, cada esquina, cada plaza, en fin, la capital completa tiene su encanto particular y su magia. Es el punto de diversión de los niños en Navidad y Reyes, el de los 'inefables’ enamorados en San Valentín y el de los mayores con sus sabrosas tertulias y bailes los sábados y domingos.

En una ocasión íbamos caminando por el área de recreación que queda cerca de los muelles. En ese sitio hay tantas cosas para ver y tantos aperitivos para comer: piraguas, algodones de azúcar, rosetas de maíz, manzanas cubiertas de una rica y dulce capa de almíbar, "hot dogs", la rica piña colada, churros; de todo para que cualquier persona pueda complacer sus antojos y saciar su hambre. Volviendo al tema, nos detuvimos a ver el inigualable talento del famoso artesano que hace maravillas con un soplete y una varilla de vidrio. De momento nos topamos con un grupo de alegres damas que estaban de gira y venían hacia nosotros cantando y bailando al son de la música de "Rumba" (una lancha de dos niveles que siempre está en el área esperando a los turistas para darles una vuelta por toda la costa Sanjuanera). Las damas se detuvieron en el área a esperar a otras muchachas. Así mismo, todas eran muchachas entre las edades de 55 a 80 años. De pronto surgió una polémica entre Tomasa y Finita, dos integrantes del grupo. Me pareció que algo interesante iba a ocurrir, así que presté atención al asunto y esto fue lo que ocurrió:

-Oye Finita, ¿Dónde está Regalada?

-Cuando estábamos en Cataño, la vi al lado mío, pero luego no la vi en la lancha.

-Pero… ¿por qué no dijiste nada?

-Pues, qué sabía yo que Regalada se había quedado. ¡Pa’ adivino Dios y pa’ sabio Salomón! A mí que no me echen la culpa. Tú sabes cómo es ella de zalamera y ‘enamorá’.

Cuando Finita hablaba de que Regalada se había quedado se refería a que, luego de haber dado el viaje en lancha de San Juan a Cataño, ella no se montó en la lancha de regreso a San Juan junto con el grupo. Mientras se regaba la voz sobre la ausencia de Regalada, se aproximó el guía turístico (más bien era el encargado de las chicas) y todas le gritaron eufóricas:

-¡Regalada se quedó!

-¿Qué ustedes dicen… que Regalada se quedó?- Y todas a coro repitieron con la misma euforia:

-¡Sí, Regalada se quedó!

-Pues... no se muevan de aquí que yo voy a buscarla.  ¿Escucharon?  No se muevan de aquí.

Desesperado por no saber el paradero de Regalada y reconociendo que todas estaban bajo su responsabilidad, se fue al puerto de las lanchas con la esperanza de encontrarla. Dos de las muchachas (Melita y Paula), por estar echándoles el ojo a los corpulentos turistas que se paseaban por el lugar, no se percataron de la situación y al ver las caras de preocupación de las demás-excepto la de Finita- pensaron que algo ocurría y preguntaron qué había pasado. El coro volvió a cantar a capela: "Regalada se quedó". Entonces, ni tontas ni perezosas, también salieron, como alma que lleva al diablo. "Oye, para dónde van ustedes. Julián dijo que nos quedáramos aquí TODAS", vociferó Tomasa. Ellas contestaron: "Vamos al rescate de Regalada". Hilda, que no había pronunciado palabra ante aquella tragicomedia, dijo: "Ahora se fastidió la cosa, qué bonito sería que Regalada apareciera y esas dos se perdieran... bonito show".

Mientras Julián, Melita y Paula iban al rescate de Regalada, mi familia y yo estábamos atentos a cada detalle y cada movimiento de las divas, que compartían entre ellas y disfrutaban, aunque refunfuñaban porque Regalada les había atrasado la gira. En un momento dado mi hija mayor quiso irse, pero yo le dije: "No mi’ja, nos quedamos aquí hasta que Regalada aparezca porque yo quiero conocerla".

Estaba admirada con la energía que irradiaban todas las chicas y de su alegría contagiosa que era una de sus características principales. La vestimenta que lucían me encantó: unas vestían blusas de colores llamativos, pantalones "baguie" y zapatos de taco mediano, las más atrevidas llevaban mahones y botas o tacos de 4 pulgadas, algunas lucían sombreros y otras gorras o flores en el cabello, pero todas se veían felices de estar vivas y con ánimo de seguir ‘gufeándose’ la vida. Allí no importaba la edad para nada, las niñas se veían contentas y felices, libres de preocupaciones y tristezas viejas. Estaban disfrutando cada detalle de la ciudad capital como si estuvieran solas en aquel hermoso lugar, viviendo en su propio mundo. En ese momento parecían niñas. Así yo las vi, como niñas... y quise ser como ellas.

Por fin llegaron Melita y Paula y dieron la agradable noticia: "Regalada apareció. Gracias a Dios está con Julián. Él dijo que debemos irnos al área de las lanchas", indicó Melita. El coro volvió a activarse, esta vez gritando un "Yesssss" eufórico. "Peso a morisqueta que Regalada regresó con un marchante", insistió Finita. "Esta vez conquistó un ‘peje’ gordo... el Capitán de la lancha. Y allí se quedó cantando: Me voy, ya me voy, pero un día volveré, a buscar mi querer, a soñar otra vez en mi Viejo San Juan", vociferó Paula con acento sarcástico, aunque jocoso, captando la atención de los allí presentes y haciéndoles desternillarse de la risa.

De la misma forma en que las muchachas llegaron, dándole vida al esqueleto y cantando, así mismo se fueron, algunas moviendo su despampanante trasero como "Tembandumba de la Quimbamba[1]". Sentí tristeza al no poder ver a la protagonista de esta historia. También sentí deseos de escaparme a la aventura con esas chicas de la locura. Hasta me quedé con las ganas de decirle a Regalada: "Estarás en mi libro"; pero mi corazón se quedó frente al mar, en mi Viejo San Juan… y volví a la misma rutina de siempre.

Espero que suceda uno de esos milagros que ocurren a cada rato y que Regalada pueda leer la historia que le escribí y le dedico, tanto a ella como a todas las personas mayores que, pese a las circunstancias, continúan siendo ejemplo de vida y esperanza. ¡Adiós, adiós, adiós, mi diosa del mar...

                Carmen e Idalia Castro Correa

 

 

 



[1] Tembandumba de la Quimbamba es  una imagen de sensualidad que describe a la mujer antillana, expresa da por Luis Palés Matos en su poema Majestad Negra.

viernes, 3 de marzo de 2017

Fallece la Actriz Puertorriqueña Miriam Colón






NUEVA YORK.- La actriz Miriam Colón, fundadora del Teatro Rodante Puertorriqueño, falleció hoy en su hogar de Nueva York, a los 80 años, debido a complicaciones pulmonares, informó hoy en un comunicado su esposo, el también actor Fred Valle.
Rosalba Colón, directora del teatro Pregones y codirectora del Teatro Rodante Puertorriqueño, lamentó la muerte de la actriz, productora y educadora, en el comunicado conjunto en que se informa de su deceso.
Colón, que nació en la ciudad de Ponce, en Puerto Rico y emigró a Nueva York en 1953 para continuar sus estudios en actuación, realizó teatro, cine y televisión, tanto en español como inglés, junto a figuras como José Ferrer y Raúl Juliá, Sharon Stone, Al Pacino, Marlon Brandon, Meryl Streep o Harrison Ford, entre otros.
La actriz, reconocida por su trayectoria con premios como el García Lorca de la Universidad de Granada o la Medalla Nacional de las Artes de EEUU, fundó hace 48 años el Teatro Rodante Puertorriqueño, que se convirtió en una institución y referencia en esta ciudad, ubicado en la zona de los teatros en Broadway.
  Miriam Colon recibiendo la Medalla de las Artes de mano del presidente Obama en el Salón Este de la Casa Blanca. el 10 de septiembre de 2015. (Alex Wong/Getty Images)© Proporcionado por Impremedia LLC Miriam Colon recibiendo la Medalla de las Artes de mano del presidente Obama en el Salón Este de la Casa Blanca. el 10 de septiembre de 2015. (Alex Wong/Getty…
En una entrevista concedida a Efe con motivo del 40 aniversario de esa institución, Colón recordó cómo logró, contra todos los pronósticos, obtener una antigua estación de bomberos para convertirlo en un centro cultural.
“Fue un proceso largo y maravilloso de aprendizaje y de seguir atrayendo gente, especialmente latinos”, indicó entonces la actriz latina, que en la década de 1950 se convirtió en miembro del Actor’s Studio, la asociación que reúne a actores, directores y guionistas.
“Desde el principio -añadió- sucedió que aunque se llama Teatro Rodante Puertorriqueño, nos dimos cuenta enseguida que esto no es solo de nosotros, que somos hispanos y que el mensaje es que cuando nos unimos, aunque seamos de distintos países, representamos toda una cultura”.
La actriz creó, como parte del Teatro Rodante, la Unidad de Entrenamiento de actores Raúl Juliá, la Unidad de Dramaturgos y la Unidad Rodante, que lleva obras gratis a los vecindarios.
Inició su carrera a los 12 años de edad y protagonizó su primera película, “Los peloteros”, para la División de Educación de la Comunidad de Puerto Rico.
En Nueva York estudió con los maestros Elia Kazan y Lee Strasberg. En Hollywood se sumó a los elencos de series populares como “Bonanza” y “Gunsmoke” y de largometrajes del momento como “One-Eyed Jacks” y “The Appaloosa”, con Marlon Brando.
Estremeció al público, junto a Al Pacino, en el papel de Mama Montana para la película “Scarface”, de Brian De Palma.
Otras de sus colaboraciones estelares fueron “Lone Star” y “City of Hope” de John Sayles, “All The Pretty Horses” de Billy Bob Thornton, y el papel principal en la adaptación fílmica de la novela “Bless Me”, de Rudolfo Anaya, recuerda el comunicado.
Agrega que su trabajo en las tablas fue tanto o más perdurable y destaca el éxito de la producción de “La carreta”, del puertorriqueño René Marqués, en Nueva York en 1966, que protagonizó junto a Raúl Juliá y Lucy Boscana, bajo la dirección de Lloyd Richards.
Información obtenida por  MSN.

LUZ EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS











Grano a grano llena la gallina el buche, así decía mi abuela. Cada cosa por pequeña que sea trabaja en favor de proclamar el evangelio de Dios. Postear cosas que edifican es un paso más en la evangelización. Dios no tiene límites en cuanto a diseminar su palabra. A veces una simple palabra puede ser un extraordinario cambio para alguien aunque para la mayoría de las personas no signifique nada. Dios obra por senderos misteriosos y cada uno de nosotros somos instrumento en sus manos, no importa lo mucho o lo poco que podemos hacer. No soy persona afiliada a ninguna iglesia, respeto a todas las religiones, respeto la forma de cada cual de predicar su evangelio de la manera en que Dios lo pone en cada corazón, pero no permito que nadie diga que por que no voy a la iglesia yo sea menos cristiana. La razón es por que debemos de definir lo que es una real iglesia, yo no voy a la iglesia tradicional, pero realmente y lliteralmente voy a una iglesia todos los días sin fallar. A esa iglesia me envia Dios mismo, con instrucciones específicas. Mi esposo y yo somos realmente instrumentos de Dios, siguiendo las directrices que Él nos imparte. De Él recibimos la fortaleza, el amor y la gran ternura que se necesita para realizar la labor que realizamos diariamente. Tenemos que congregarnos dice la Biblia, cierto, hay que congregarse. Congregarse en ese lugar donde estemos dos o tres en el nombre del Señor, haciendo el bien en su nombre, sin fanatismos, escuchando su voz, dándole alivio a aquellos que realmente necesitan una mano maravillosa o una voz sublime que les abrace el espíritu. Esa es la iglesia donde nos congregamos día a día. Donde la presencia de Dios camina con nosotros y nos convierte en luz en medio de las tinieblas.