Nota: Casi nunca podemos entrar a la fuente o las ispiraciones de un escrito, pero he decidido escribir la historia de dónde salen mis musas para crear LA INMORTAL por que creo que es importante para entender el relato. Espero que se disfruten esta historia detrás del relato.
La historia
detrás del relato
L
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a inmortal es una mezcla de total
realidad y algunas pizcas de ficción. Su personaje principal, Matty, nace bajo
el amparo de la gran admiración por una extraordinaria mujer llamada Doña Juana
Bautista Arestigueta Díaz y por su amiga y vecina Melitona. Ambas mujeres
compartían una amistad y ocasionalmente se reunían a disfrutar de una tacita de
café en el balcón de la casa de Doña Juana. Entradas en edad , tenían muchas
experiencias de las cuales hablar y muchos recuerdos donde se columpiaban sus
suspiros en pos de la perenne añoranza de esos viejos tiempos que siempre
fueron mejores.
Era Melitona ese tipo de
persona que nunca jamás reconoce la edad como sinónimo de vejez. Siempre
limpia, con sus mejillas pintadas de rojo y olorosa a perfume Maja. Siempre
utilizaba un turbante en la cabeza que combinaba muy bien con su ajuar.
En los últimos meses de vida, Melitona se sentía totalmente acosada por fantasmas
nocturnos. En más de una ocasión salió despavorida de su casa para ir a
refugiarse en casa de doña Juana huyendo de esos espantos a los cuales ella
llamaba disisibles. De ahí surge esta palabra que le da un nombre a la
experiencia que yo, en carne propia, viví durante 20 años. Esto me permitió
como escritora poder describir con total claridad mental cómo eran esos
disisibles que Melitona decía ver.
Para que puedan comprender a qué me
refiero, debo contarles un poco sobre esta experiencia: Me casé a los 17 años
de edad y me fui a vivir con mi esposo a la casa de los padres de él. Para este
tiempo ya los padres de mi esposo habían muerto, pero en la casa vivía Doña
Juana, quien era la madrastra de mi esposo y la que se había encargado de
terminar de criarlo. El primer suceso extraño que experimenté fue que todas las
noches, sin excepción, a la hora de acostarnos a dormir, éramos despedidos con
un extraño golpecito en la persiana. Era como cuando alguien hace sonar la uña
sobre un metal. Noche tras noche comenzaba yo a ver, antes de quedarme dormida
y cuando estaba a punto de despertar, estos espantos que describo en el relato.
Después de un tiempo construimos nuestro nidito de amor en la planta alta de la
casa y adivinen qué: ¡los disisibles se mudaron con nosotros! En los
primeros años me asustaba, pero con el correr del tiempo me acostumbré a ver
estas cosas que suponía que todos, al igual que yo, veían. Durante veinte años
estuve creyendo que esto era normal y dejé de prestarle importancia porque, a pesar
de estar en mi vida y compartir mi habitación, nunca me hicieron daño físico.
Después de veinte años viendo estos disisibles, decidimos mudarnos a Estados
Unidos. Entonces fue que realmente pude entender lo grave que pudo haber sido
para mi salud mental aquella singular situación porque nunca más, estando fuera
de esta casa-que amo mucho por cierto-he vuelto a ver un disisible.
Para comprobar mi versión sobre los
hechos, existe otro pequeño detalle. Una vez hubo un huracán en Puerto Rico y
la casa de mi mamá resultó dañada. Le dije que mi casa estaba disponible y que
podía usarla todo el tiempo que necesitara. Mi mamá se mudó, pero a los dos
meses regresó a su casa, que aún no estaba totalmente reparada. Cuando le
pregunté por qué se mudaba si su casa no estaba lista, ella me respondió:
"Es que en tu casa hay espíritus y no me dejan dormir". Luego me
contó una experiencia muy fuerte que vivió en la casa que la obligó a mudarse.
Volviendo al relato, debo decir que
Doña Juana, al igual que Melitona, guardaba para sus adentros esa muchacha
joven que constantemente proclamaba a viva voz que: "viejo es el viento y
sopla, viejos son los cerros y reverdecen". Ella era una mujer fuerte de
carácter, muy trabajadora e inteligente. De ella aprendí una gran realidad que
por lo general pasa desapercibida: El alma del ser humano jamás
envejece. El cuerpo cede ante el reclamo de la naturaleza, decae, se
arruga, físicamente los órganos internos dejan de renovarse, pero la esencia,
el alma y el espíritu permanecen con esa dulzura y esa esperanza de la
juventud. La niña de 15 años de Matty se quedó aferrada a su espíritu y esa
precisamente fue la parte que rescaté de Doña Juana: su juventud eterna, su
deseo de vivir. Ella traía recuerdos de toda su vida y de su propia habitación saqué
el baúl del 1914, repleto de secretos y recuerdos, los cuales yo conocía por
haber sido en sus últimos años de vida su confidente. Estuve con ella al
momento de su muerte. Se fue en paz pronunciando un nombre al cual se
había aferrado en sus últimos años: ¡Jehová! Lo pronunció muchas veces, cada
vez menos audible, hasta que finalmente se perdió el sonido, silenciándose su
voz. La esencia de esa gran mujer fluye a sus anchas y mágicamente en este
relato de La Inmortal.
El espejo es el complemento más importante
de esta obra. Es el que causa mágicamente la reproducción de
una imagen por la reflexión de la luz, llevando la imagen invertida
virtual respecto de la real que refleja. Dicha imagen, según Matty, se
transforma y es la causante de su malestar, considerándola responsable de su
distorsionada y falsa apariencia. Ya no se veía hermosa, ya no se conocía a sí
misma, sentía que su espejo la estaba traicionando. Ella estaba segura de su
eterna juventud, la sentía dentro de todo su ser y defendía su derecho de
disfrutarla. Por eso, al final, colocó un manto negro sobre su amigo
de tantos años para que su imagen actual no quedara atrapada en él y sólo
quedara el recuerdo de la Matty de siempre, la inmortal.
Cabe señalar que La Inmortal fue
merecedora del premio de Primer lugar en el certamen literario de la
Sociedad de Escritores Gurabeños. Este cuento cobra vida al ser
presentado como obra de teatro por el grupo Artistas de la Calle. Mi
señora madre, Amelia Correa Cruz, le da vida a este personaje y es precisamente
ella la imagen en la portada de este libro junto a la joven Yaritza M.
Rosa Castro, la otra Matty.
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