Amado Cáncer Capítulo 3
La casa sin la abuela se había convertido en un
laberinto sombrío. Todo lo que se escuchaba eran pasos lentos, tristes, como si
las palabras y la vida normal obstaculizaran el recuerdo y la escencia
sutíl que se había quedado impregnando las frías
paredes de la inmensa casona. Úrsula
sintió la ausencia de la abuela hasta el más recóndito lugar de su alma, pero
el abuelo…, él sí se quedó huerfano. Deambulaba por la casa siempre acongojado,
arrastrando los retazos de vida que le quedaban. De noche lloraba como un niño que reclama la
atención de la madre. -Abuelo, ͟ otra vez llorando ¡ Ay no mija, quien
dijo- no, no estoy llorando , es que los ojos se me cansan y lagrimean.
Si supieras abuelo que yo puedo sentir el olor
del perfume de abuelita. Es casi como si ella estuviese aquí.
- Sí mija , ella está aquí, nunca se ha ido,
mientra ella esté en nuestros recuerdos,
y en nuestra alma ella seguirá viviendo. Abuelito tu no crees que a mi
abuelita no le hubiera gustado que nosotros estuviesemos inmersos en esta
tristeza tan grande. Eso no es vida abuelito y nosotros estamos vivos y a mi
abuelita le gustaria vernos bien, sabemos que por ahora no podemos estar totalmente felices pero si intentando
vivir e intentando llegar a una normalidad razonable.-
-Ya para mí no existe la vida normal mija, tal
vez para ti que estás llena de juventud, pero a mi solo me queda esperar a que
venga la muerte a rescatarme de esta angustia. -- Abuelito no seas egoísta. ¿No
piensas en mí? Yo te necesito, imagínate qué haría sin ti, sola en esta inmensa
casona, sola con mis fantasmas y peor aún, asechada por los bandoleros de este
campo que faltando tu, no perderían tiempo en molestarme . No abuelo, no tienes permiso de morirte. Además ya está bueno de lloraderas, no pienses
en que abuelita se ha ido, solo piensa en los momentos lindos que pasamos a su
lado, ya tendremos tiempo de reunirnos todos otra vez, la vida no termina con
la muerte abuelito, ahi es que comienza.
Estamos aquí, tenemos que seguir viviendo, si, abuelito viviendo como
siempre. Mira, para que te contentes te prometo que mañana te voy a preparar un
sancocho de patitas de cerdo con un arrocito blanco como el que te hacía mi abuelita, verás que me
va a quedar igual de sabroso, ella me enseñó a prepararlo y te vas a chupar
hasta los dedos de los pies, jajajaja. ¿Está bien? Anda
abuelito acuestate a dormir que mañana será otro día. Bendición abuelo, duerme
bien.- -Dios te bendiga mija,- respondió el abuelo
con voz dolida y entrecortada mientras cabizbajo caminaba hacia su habitación.
La mañana llegó hermosa en todo su esplendor y
Ursula decidida a hacer la vida del abuelo más llevadera se despojó a propósito
de su usual tristeza. Abrió todas las ventanas y puertas de la casa permitiendo que entraran
los tímidos rayos de sol a calentar el hogar que había estado dormido desde que
la abuela se fue. Abrió la ventana del
fregadero respiró profundo para llenarse los pulmones de la tierna y fresca brisa del
mes de noviembre y dio gracias a Dios, a la vida y a la naturaleza por estar viva. Después comenzó a sonar cacerolas y ollas en
la cocina. El aroma del café se extendió fluyendo a su antojo por toda la casa,
como una ninfa que llevaba en sus brazos
miles de recuerdos agradables. Entonces por primera vez en mucho tiempo,
encendió la radio y hubo música, relatos, poesías que impregnaron la casa de normalidad
y esperanzas renovadas de vivir. En
medio de su nueva actitud positiva volvió a sentir ese aroma tan particular del perfume de la
abuela. No hubo cabello en su cuerpo que no se le erizara. Salió corriendo a
contarselo a su abuelo creyendo que era una experiencia extrasensorial. Mientras
más se acercaba a la habitación, más fuerte sentía el olor. Casi podria asegurar
que en cualquier momento se encontraría con la abuela de frente. Por un breve
momento permitió que su mente divagara rescatando a su abuela de la tumba para entre
sollozos de felicidad tirarse en sus brazos mullidos y cálidos. Así entre esa mezcla de esperanza vana y
deseos imposibles, se asomó a la puerta de la habitación del abuelo que
asustado como un niño travieso escondía el frasco de perfume que había estado
esparciendo por la habitación. De
primera intención Úrsula quiso reclamarle pero, al ver sus ojos anegados en
llanto no pudo más que abrazarlo tiernamente como la abuela misma la hubiese
abrazado a ella.
El
abuelo nunca dejó de llorar por la pérdida de su gran amor, su compañera de
toda la vida. La pena lo fue consumiendo lentamente, día a día. Una noche, su amada Ana llegó hasta él
vestida de gala. Extendiendole sus brazos le preguntó que si él quería
acompañarla y él inmerso en una inefable
alegría, le contestó, -¡Sí… acepto! Dejó
su cuerpo dormido sobre la cama y de la misma manera como hicieron en su
temprana juventud se escaparon juntos a vivir su eternidad .
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