Su Profesor de Fotografía, el renombrado Domingo Lasanta, se movía de un lado a otro acomodando sobre una mesa vestida con un mantel blanco las frutas que había llevado para la clase del día. Detrás de la mesa se encontraba una pizarra blanca también que utilizaban los estudiantes como base neutral para las fotos que día tras día preparaban para sus portafolios. Cada clase consistía de unos veinte estudiantes, a los cuales el maestro Lasanta trataba de extraerles el artista que llevaban por dentro, por que realmente él mismo era un artista de la fotografía. Muchos años de experiencia abalan su profesionalismo y eso era lo que él pretendía inculcarle a sus alumnos.
La mesa quedó finalmente preparada con toda clase de frutas: chinas, toronjas, mangoes, guayabas, guineos maduros, peras, manzanas, fresas grandotas y rojas, ricas y jugozas. Después de preparar el arreglo frutal comenzó a explicarles a los estudiantes el cómo y el porqué había colocado las frutas de cierta manera en específico. Todos los estudiantes estaban ansiosos por comenzar a fotografiar la obra de arte que el maestro había preparado porque, además de la nota que ganarían por las fotografías también les darían un regalo especial al que resultara ganador con la mejor foto.
Una de las estudiantes, ya en su sexto mes de embarazo, miraba las frutas desde lejos. Su vista, al igual que su lente, se habían concentrado en la canasta de fresas rojas y jugosas. Entre todas las frutas que había sobre la mesa nada le llamaba la atención tanto como las fresas. Pensando, se decía: "Ay Virgen, pero qué me pasa si a mí nunca me han gustado las fresas. Ay, yo no entiendo esto".
"Uno de de los trucos para darle una apariencia de frescura a las frutas en una fotografía es rociarles un poco de agua fría", dijo el maestro Lasanta, procediendo a rociar las frutas y la canasta de fresas. Todos se acercaron a seguir fotografiando aquel popurrí de olores y colores, pero la embarazada no podía retirar el lente de las enormes fresas. La fotografiaba desde arriba, de un lado y de otro, mientras sentía en su boca un lapachero incesante. Cuando la clase estaba por terminar se armó de valor y le pidió al maestro que le regalara una fresa. Él le contestó: "Lo siento pero... no puedo regalártela porque necesito todas las frutas para la próxima clase". "Pero maestro, ¿usted no ve que estoy embarazada?”. "No, lo siento pero, no puedo". "Ojalá y le salga un orzuelo", pensó ella.
A la hora de salida la gestante pasó muy cerca de la mesa y extendió la mano para robarse una fresa. El maestro la vio y le dio una palmada en la mano mientras le decía: "Suelta eso". Ella continuó caminando mientras una angustia irracional le anudó la garganta y una lágrima furtiva resbaló sobre sus mejillas-a este punto-rojas de verguenza. Todos salieron del salón y poco a poco se despejaron los pasillos.
La embarazada pasó nuevamente frente al salón y vio que estaba vacío. Las frutas permanecían sobre la mesa esperando por el siguiente grupo de estudiantes. Casi sin darse cuenta entró al salón, tomó la canasta de fresas y la puso dentro de su cartera; corrió hacia al baño y se encerró en un cubículo. Se sentó en el inodoro colocando sus pies levantados contra la puerta, por si acaso entraba alguien que no pudiera reconocerla. Entonces comenzó a saborear con extraordinario placer una por una las fresas de sus antojos. En corto tiempo la canasta estaba vacía, con sólo las coronitas verdes de las fresas: "Anda pal caray, y ahora qué hago, ¡el profe me va a matar! Ah, él no tiene por qué saber que fui yo quien me las robé". Echó las coronitas en el inodoro y bajó la cadena: "¡Yess!", exclamó cuando vio que todas desaparecieron: "¡Ay, Dios mío! y ahora ¿qué hago con la canasta?; no la puedo dejar en la cartera. Ah... ya sé". La puso en el suelo y la pisoteó hasta que la dejó totalmente aplastada, después la introdujo entre la pared y el tanque del inodoro: "Anjá... ¡desaparecida la evidencia!
Cuando se disponía a dar la siguiente clase, el profesor se percató de que faltaba la canasta de fresas, entonces fue a preguntarle a los estudiantes si sabían quién se las había llevado. Nadie le dio razón de la canasta. Él se dirigió a la embarazada y le preguntó: "Wanda, ¿tú te llevaste las fresas?" "No Profe Lasanta... yo no. Adiós caray, usted la ha cogido hoy conmigo, ¿verdad?".
Días después los estudiantes entregaron sus fotos para ser evaluadas por el profesor. Todas las fotos lucían realmente profesionales, pero resaltaban las fotos de Wanda, donde había usado las fresas de base; fotos que muy bien hubieran podido ser usadas para una promoción de una heladería. El Profesor evaluó las fotos y luego anunció el ganador: "Bueno, el premio especial es... para Wanda",extendiendo hacia ella una canasta de ricas, deliciosas y jugosas fresas. Al ver la canasta frente a ella sintió cómo se le revolcaba el estómago. Con el rostro arrugado, tapándose la boca con las manos tratando de evitar el vómito y haciendo unas respiraciones muy profundas, Wanda, le dijo de manera entrecortada mientras corría hacia el baño, "Hay ma-es-tro, mu-chí-si-mas gra-cias, pe-ro ¿sa-be-qué?, dé-se-las a mis com-pa-ñeros por-que a-mí no-me gus-tan las fre-sas".
copyright: Idalia Castro Correa
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